El Bus de Huemul

Mayo, 2022, Por Luis Valencia.


Ponerse cómodo al abrigo de algún calefactor, cocina a leña o fogón, será la mejor recomendación para que, como se anuncia en idioma ancestral, este mes de lluvia en que el viento tampoco ha querido quedar ausente, es una fórmula recomendada para que de lectura a esta nueva sección de crónicas rurales, dedicado a todos los seguidores de las narraciones que tienen por objetivo, conservar y difundir el patrimonio de nuestra tierra carmelina.

EN SIGILOSA MARCHA EL BUS DE HUEMUL INICIA SU RECORRIDO MATINAL

Son las cinco de la madrugada y el sol se anuncia con preámbulos de una aurora aún somnolienta, escondido aún tras espesos nubarrones grises allá por las tierras altas del sector rural llamado Huemul; allí, entre las pocas luces que invade el nuevo amanecer, el silencio reinante es abruptamente interrumpido por el ruido casi monótono del motor del bus que cada mañana, muy de madrugada, debe cubrir el sempiterno trayecto de ida y vuelta para acercar los disímiles puntos geográficos en una distancia que separa este punto del sector rural de la comuna de El Carmen con la ciudad de Chillán, hasta donde llevará su preciada carga de pasajeros que hacen uso de este sistema de locomoción colectiva que supo sobrevivir décadas, hasta su extinción que al parecer, tuvo dos causas inseparables: la pandemia y el expansivo crecimiento del parque automotriz a nivel local.

Casi como un ceremonial diario, el chofer pone en marcha la máquina, y mientras se calienta el motor – como norma técnica básica igual de rutinaria – se dan los preparativos para mazo en mano, probar y revisar la presión de los neumáticos, limpiar parabrisas y ordenar los cortinajes de los asientos que dan hacia los ventanales.

La ruta a seguir será la de siempre: bajar del sector de Huemul, pasar por otras localidades intermedias hasta llegar al pueblo urbano, y de ahí remontar viaje hacia la ciudad de Chillán; los caminos ripiados con sus particulares cualidades serían siempre el decisorio imprevisto con que se fijarían los tiempo de demora en el viaje iniciado; en tanto su capacidad de carga y promedio de pasajeros dependería en función de los días de pagos de pensionados – por lo general dos días al mes – y otro indicador sería los lunes o viernes, cuando el traslado de los escolares incidía en los recorridos habituales de la máquina, intercambiando diálogos entre esta trilogía que parecía ser siempre un todo: pasajero, conductor y auxiliar de servicio, aquel que en jerga popular se denominaba simplemente como “paquetero”.

ANUNCIÁNDOSE A LA DISTANCIA El chofer del bus sale a mediana velocidad hasta alcanzar el camino público y su experiencia es decidora a la hora de ir avanzando y sorteando los obstáculos de la ruta; en tanto su diestra se afana en forma metódica para ir pulsando el control que activa la estridente bocina cuyo eco se expande con vertiginosa rapidez por entre los lomajes verdes, tupidos y se pierde a través de los zigzagueantes lomajes que conforman la accidentada geografía rural; es que es su forma tradicional de anunciarse a la distancia, advirtiendo a sus potenciales pasajeros que ciertos lapsos de tiempo, pasará frente a sus domicilios, o para recogerlos frente a la veintena de garitas improvisadas por rústicas maderas, muchas de ellas, confundidas por la zarzamora que crece enmarañada a la vera del camino. No serán las garitas un gran lujo, aunque prodigan cierta comodidad mínima para capear los cambiantes factores climáticos, y por cierto, forman parte de la ruta del microbús rural y su forma de convivir con el entorno con el cual parecen formar, una gran familia, con un perfil bien definido en cuanto a su sello socio cultural.DE PASAJEROS – ESCENAS TÍPICAS Y OTRAS HISTORIAS QUE CONTAR En algún recodo del camino, ya las carretelas han bajado más al alba desde Los Riscos o Vergara, y se posan a la orilla del camino donde sube la gente y ágil paquetero hace gala de su destreza subiendo por la parrilla a la zona superior de carga del bus, algunos sacos de carbón o de la apetecida avellana, fruto autóctono tan apetecido en el mercado chillanejo.

El bus a poco andar, ya lleva una cantidad considerable de pasajeros. Cada uno de ellos bien abrigados, porque la máquina carece de un sistema de calefacción, entonces para suplir tal carencia, debutan coloridas las mantas y gruesos abrigos largos, en tanto en su esencia costumbrita campesina, chupallas y sombreros cortos o alones forman parte de una clásica escena propia del mundo rural del sur de Ñuble.El recorrido lleva un par de kilómetros y nuevamente el bus direcciona a un costado de la vía. Esta vez, una carretilla maniobrada por un par de niños vienen a dejar, al parecer, algunas visitas que se regresan a la ciudad, y más de alguno de los pasajeros divisa la escena por la ventana humedecida por el vaho que comienza surgir del ambiente, y el pasajero advierte: son visitas que se van, a juzgar por la cantidad de bultos y un par de pavos con los que lidia el auxiliar para subirlos a la parrilla…son visitas que se van, quizás porque siempre llegan con menudo equipaje, pero cuando se van – por ese típico cariño con se agasajan acá por el campo – hace que cuando se marchen, se duplique su equipaje considerablemente.Apenas ya un par de parroquianos han subido al bus de Huemul, se entrecruzan saludos que recíprocamente se devuelven con gestos clásicos, de ellos, descubriendo sus cabezas y acompañando esa sana reverencia que denota aspectos de humildad a toda prueba; de ellas, alzando la diestra y acompañando de una sonrisa que parece desbordar afecto y cordialidad.

A poco andar, como preámbulo para entablar conversación se invocará la circunstancia climática del tiempo “que hace frío esta mañana”; “que irá a llover”; “que amaneció escarchado”, Etc., para luego y como todo un ceremonial, contarse el uno al otro – con plena confianza porque ya se conocen de años haciendo el mismo viaje – a qué diligencia van a realizar, que uno irá para Búlnes a pagarse de unos animales vendidos tiempo atrás; ya conversarán de las faenas agrícolas de la temporada; de que este mes va a pagarse de dos meses de pensiones allí en el galpón cercano a INDAP donde el pagador es el Tesorero Municipal Darío Carrasco Rubilar y el joven asistente que busca las colillas es un tal Luis Valencia S.; que van a realzar las compras del mes; que urge proveerse de los fertilizantes para la próxima temporada de cosechas.

En fin.

Por su parte, más reservadas, hablarán con su compañeras de asiento más cercanas, siempre de algún tema relativo a la familia, sus quehaceres domésticos, faenas de hortalizas; algún tema religioso de por medio, y muy, pero muy excepcionalmente, comentarán en voz baja – por temor al qué dirán – que la hija de fulano salió con su domingo siete y la pobrecita va a tener que casarse en forma obligada, y concluyen para acabar el tema, en qué feliz va a ser la pobre…y el tema que es parte de una arraigada costumbre que no está ausente en ningún estrato social, parece más enriquecedor pues un viaje en bus, es en toda su extensión es una especie de conformación de una pequeña comunidad rodante en la que se dan encuentros ocasionales, y la ocasión cuando se da….naturalmente hay que sacarle partido…..

El rodar neumático se hace más suave, toda vez que la máquina ha tomado mayor peso en su carga y el bus ahora enfila por una recta que es cortada por una curva que abruptamente se aparece en el trazado de la vía; poco más abajo, en la intersección del camino que va a San Vicente, otra numerosa cantidad de pasajeros toma la locomoción que es la única que circula por ese punto; entre ellos suben varios escolares, entre ellos, el Peyuco, un joven mozalbete que se posiciona en un lugar estratégico del ya saturado bus; en su diestra, oculta bajo la manta, porta un papel que si bien es una hoja de cuaderno de matemáticas, lo ha convertido en preciada esquela, en algo parecido a una carta de amor, la cual en forma disimulada hará entrega a su amada que subirá en un tramo próximo de la ruta, una joven liceana a la que le ha jurado amor eterno; sin dudar y preso de su sueños, instintivamente con uno de sus dedos ha trazado un corazón sobre el vidrio humedecido por la acumulación del vaho interno y ha colocado el clásico “tú y yó”. Peyuco sonríe en silencio para sus adentros.La bocina, intermitente pero con ímpetu firme se deja anunciar por aquellas zonas en que el chofer sabe hay más pasajeros que saldrán al camino para desplazarse hacia El Carmen o seguir la ruta a Chillán. El viaje hasta ahora ha sido sin mayores contratiempos, salvo un pequeño incidente que originan las pozas de agua lluvia que tapadas por hojas amarillentas caídas que ciega el otoño, lo que hace pasar inadvertido un hoyo de profundidad considerable y más que regular, lo que provoca un sobresalto que hace remover de la base de sus asientos a los pasajeros; como acto reflejo, el chofer ha mirado por el retrovisor del espejo interno, lugar donde convergen en forma automática de las miradas de sus fieles pasajeros, y más que muecas de malestar, se originan sonrisas y un breve concierto de risas inquietas que cierran esta especie de complicidad frente un suceso fortuito donde nadie dice nada, donde nadie reclama nada…sin duda, virtud social de otros tiempos propios del ayer….EL BUS DE HUEMULAcercando a la curvatura previa a la zona de Puente Urrutia, el bus ya viene más que repleto de pasajeros. En la zona de Santa Margarita recoge casi a los últimos pasajeros, quedando a la vera del camino, alzando la mano en son de despedida, los que han venido desde los senderos interiores a dejar a los suyos que emprenden viaje una vez en aquella máquina, que pronto a bajar por la pronunciada subida anexa al puente Temuco, ya el cobrador comienza en su labor de exigir el pago de los pasajes, en especial para quienes bajan en la zona urbana, ya próximo destino donde liberarán espacios para ceder, aún escasos asientos, a los que subirán en el trayecto. Para los pasajeros que subieron por aquellas latitudes, como en otros puntos altos de la zona rural, conductor y auxiliar saben de rostros conocidos, es que las familias llevan años haciendo la misma ruta del bus, entonces no es extraño que el trato sea afable, ya con los Sandovales, Abarzúa, Mardones, con los Rodríguez, los Monsalve, los Sepúlveda, los Baeza, los Inostroza, los Garay, los Concha y los Uribe, entre otra gama de apellidos que se cruzan en el largo o mediano trazado en que el móvil colectivo se desplaza, luego de haber subidos pasajeros en el troncal del camino vecinal que da acceso a la zona de Badillo.Ya antes de entrar a El Carmen urbano, el bus de Huemul ha tocado una serie de bocinazos breves, tan potentes que despiertan hasta el alma más dormida, y al entrar bajando por Santa Elvira, viene el último remate de bocinazo que puede, desde esa altura, percibirse ligeramente hasta la plaza del pueblo.Más de algún parroquiano asentado en la vereda saludará a alguien que conoce, y por azar, se cruza mientras el motor cambia a marcha más lenta, pues en la garita de la esquina del rucio Lagos, otros pasajeros se suman emprendiendo viaje hacia la gran ciudad, Chillán, que dista aproximadamente unos cuarenta y cinco kilómetros de El Carmen.Siempre se le conoció como el bus de Huemul, es que las máquinas que cubrían estos recorridos rurales, siempre tomaban la denominación del lugar o punto de origen del trayecto en que prestaban sus servicios, así habría otros como el bus de Trehualemu, la micro de Los Puquios o el bus de Maipo.Como quien dice, eran verdaderos productos con denominación de origen.Así, hasta aquí dejamos hoy las memorias de este relato, y en la imaginación vemos como el bus de Huemul prosigue su ruta rumbo a Chillán, mientras tanto, evocamos al personal que daba vida a este recorrido, tales como sus conductores a Isaías Guajardo (Don Chao), Valentín Hernández Contreras, Exequiel Martínez y su último conductor Guillermo Chabán Feris, más la mención aparte y especial para quien fuera todo un personaje en su rol de auxiliar o paquetero: Raúl Aguayo.FIN DE LA PRIMERA PARTE DE ESTA SECCIÓN DE CRÓNICAS RURALESEn la segunda parte del bus de Huemul, contaremos el viaje de retorno hacia la zona rural y los sabrosos episodios que se daban en su regreso hacia la hermosa zona campesina que da origen – a la ahora – casi leyenda del bus de Huemul.Texto original y redacción: Luis Valencia Sandoval (Gestor Cultural).

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